Irremediablemente fiel a Olivia

Crecer duele. Y a veces, mucho. Cuando eres niño y/o adolescente, siempre hay alguna o varias personas, por lo general celebridades, de las que no nada más te vuelves fan, sino que por alguna razón se convierten en parte importante de tu vida.

Olivia Newton-John fue una de ellas.

Escribo esto a los pocos minutos de enterarme de su fallecimiento, a los 73 años, víctima del cáncer que tanto la atacó durante poco más de 30 años. En la más reciente entrevista que leí de ella, señalaba -con esa entereza y fortaleza que tuvo desde la primera vez para enfrentar la enfermedad- que ya estaba en tratamiento de cannabis medicinal para simplemente quitarse los dolores y tratar de hacer más llevadera la vida. Aún se le podía percibir fuerte, dispuesta a vencerlo una vez más. Pero el maldito cáncer nos la quitó.

Olivia fue mi primer amor platónico. Cuando eres niño-puber, sueles enamorarte de varias personas, pero la primera que en realidad me cautivó fue Olivia. Y no por ser rubia (de hecho, pocas han sido las rubias que me han gustado), sino por la angelical voz e imagen que tenía. Y hoy la quiero despedir con este texto, que no pretende ser un recuento de su vida o carrera, sino un agradecimiento póstumo por haber formado parte de mi vida.

Cuando olivia dominaba el mundo…

A Olivia la escuché por primera vez en la radio, como era costumbre a mediados de los años 70, sin saber quién era. Probablemente haya sido Have You Never Been Mellow la primera canción que escuché de ella, en realidad el recuerdo es difuso. Pero para 1976, más o menos, uno de mis primeros LP fue el de Come On Over. Su voz y, por supuesto, su carita angelical, cautivaron al niño de 9 años que era entonces.

Para 1978 -una vez pasada mi primera obsesión con Star Wars y la Princesa Leia- fui al cine a ver Vaselina (Grease), y como le pasó también a medio mundo, quedé cautivado por Sandy. Por ambas Sandy: la virginal, ingenua e inocente chica que llega al High School, y por la Sandy que, hacia el final, sale del capullo transformada en mujer, tomando el control de su sexualidad y que se convierte en una rockera con ciertos toques de femme fatale con la que se queda el personaje de John Travolta.

A finales de ese mismo año, su álbum Totally Hot fue un trancazo, y en la radio mexicana sonaba sobre todo el tema A Little More Love. Con una imagen que daba seguimiento a la Sandy rockera, fue un LP que escuché una y otra y otra vez. Mi cuarto, como todo buen adolescente de finales de los 70, estaba decorado con posters de mis obsesiones: Dallas Cowboys, Star Wars… y Olivia Newton-John.

En 1980, Olivia volvió a la pantalla grande con una película extraña, que ahora es objeto de culto, pero que tenía un soundtrack extraordinario: Xanadu. Era la época del roller boogie, de la fantasía, prácticamente con la música disco a punto de extinguirse… y con una Olivia que -por supuesto- interpretaba a una musa del Olimpo. Como si no lo fuera ya de por sí. Con rolas de Electric Light Orchestra, de Olivia y un dueto con el legendario Gene Kelly, Xanadu fue otro de los LP que gastaron más de una aguja en mi tocadiscos. Más motivos para seguir siendo fiel fan de esta mujer que creció en Australia, pero que nació en la tierra de The Beatles.

Para 1981 yo tenía 14 años y estaba comenzando a descubrir el mundo en prácticamente todos sentidos. Ese año, Olivia se convirtió en quizá la artista más escuchada del mundo gracias a Physical, la canción que en la radio anunciaban -inexplicablemente- como «La Gimnasta» y que se volvió el soundtrack de todos los clubes y rutinas de ejercicio en esa época (claro, años más tarde entendí que el tema era uno de los más sexuales de la historia, con su «let’s get physical» y que no era precisamente para hacer aeróbicos…).

Physical fue un LP que también escuché hasta el hartazgo, pues tenía un sonido especial (cortesía del productor John Farrar) que se volvía adictivo con temas como Landslide, Make a Move on Me o Heart Attack. Pero Olivia seguía siendo «mi novia», así que cualquier cosa que lanzara me iba a gustar. Durante el resto de la década de los 80, lanzó un par de discos más que todavía conservo en algún rincón de los recuerdos: Soul Kiss y The Rumour. En el primero (1985) todavía mantenía una imagen sensual y las canciones iban por el estilo (Soul Kiss, You Were Great, How Was I?), aunque no tuvo, ni de lejos, el éxito del anterior.

Para 1988, después de haber descubierto y vivido toda la extraordinaria música que se convirtió en mi soundtrack durante los 80, mi amor platónico por Olivia iba menguando. Mis intereses y gustos ya eran otros, pero Olivia siempre tenía un lugar especial. Ese año lanza The Rumour, cuyo tema epónimo fue escrito y producido por Elton John. Y en el video del mismo, Olivia lucía espectacular a sus 40 años. Mi adorada Olivia ya era una mujer hecha y derecha, mientras yo pasaba una de las mejores etapas de mi adolescencia-juventud. Ese fue el último LP (que no el último disco) que compré de ella.

sabía que el momento llegaría, pero duele…

Desde entonces han pasado más de 30 años y Olivia Newton-John siempre ha significado algo especial en mi vida. Cada cosa que pasaba con ella, cada evento (su matrimonio, su maternidad, la desaparición de su segundo esposo y, por supuesto, su cáncer) la he seguido con detalle y cariño. Musicalmente siguió editando CDs, algunos con temática ambientalista, otros hablando de fortaleza femenina, otros de Navidad y otros hablando de gratitud. Era una Olivia en otra etapa, de madurez, de reflexión, aunque lejos de la superestrella del pop (e inicialmente del country) que fue. Me alegré cuando la vi, todavía en gran forma, en un par de episodios de Glee. Esa era mi Olivia, a la que de alguna manera volvía a saludar después de muchos años. A final de cuentas, una parte de mi corazón -y mis gustos musicales- están reservados para ella.

Cuando hace unos meses leí esa entrevista, sabía que el momento de la despedida estaba cerca. De hecho, fue su tesón, sus ganas de vivir y su valor los que la mantuvieron viva durante todos estos años. Pero al saber que el cáncer había hecho metástasis en su columna, que estaba en Etapa IV y que básicamente lo que ella estaba haciendo era tratar de mitigar el dolor, sabía que me tendría que despedir de ella pronto.

Probablemente para varios que lean esto será una tontería, pero sé que muchos otros comprenderán el porqué de esta despedida. Recibir una noticia así nunca es fácil, a pesar de que la estés esperando. Cuando te vuelves adulto, y comienzas a ver partir a tus seres queridos o a artistas que significan algo para ti, no es fácil.

Olivia Newton-John fue mucho más que Sandy o Kira (sus personajes en Grease y Xanadu, respectivamente). Era parte de la realeza mundial. Su abuelo materno fue Max Born, Premio Nobel de Física y figura clave en el desarrollo de la mecánica cuántica, y su árbol genealógico incluye a Sergei Prokofiev y Martín Lutero. Defensora del ambiente, de los animales, aguerrida luchadora contra el cáncer y musa de millones, fue de esas personas que hicieron de este un mundo mejor.

Jamás tuve la oportunidad de entrevistarla, o al menos de conocerla en persona. Pero me trajo alegría, romance y fue mi compañía en momentos que, créanme, lo necesitaba. Olivia: siempre fuiste y seguirás siendo parte de mi vida. Tu partida me duele, mucho, pero sé que has regresado a cantar y hacer mejor el lugar del que saliste. Gracias, de corazón, por tanto. Ahora te has vuelto inmortal.

Irremediablemente fiel a ti. Siempre. Descansa en paz.