Algunos inventos han logrado cambiar el mundo por completo. Es el caso de la pluma o bolígrafo, que este 10 de junio celebra su día mundial; el motivo de esta célebre fecha se debe a que el periodista húngaro (nacionalizado argentino) Ladislao José Biró, patentó en Buenos Aires la herramienta que se sigue utilizando todos los días.
László József Bíró, conocido en la Argentina como Ladislao José Biro, en 1938, realizaba su registro en el hotel Rogacka Clatina, de Yugoslavia, a donde había acudido para cubrir trabajos periodísticos; para firmar sacó lo que entonces era un objeto extraño, una especie de pluma que no necesitaba recargarse.
El acto y el artefacto fueron observados por Agustín Pedro Justo, quien hasta hace unos meses había sido presidente de Argentina, quien lo invitó a platicar e incluso le ofreció apoyo para que se trasladara a su país para desarrollar su invento. Lo que Biró portaba era unos de los primeros prototipos de su Birome.
A László le molestaban los trastornos que le ocasionaba su pluma cuando se le atascaba o se quedaba sin tinta mientras realizaba sus trabajos periodísticos. Observó que para la impresión de los periódicos se utilizaba una tinta de secado rapido, lo cual evitaba los manchones, pero también era poco útil para los objetos de escritura de la época, pues se atoraba y no bajaba hacia la punta.
Con la ayuda de Georg, su hermano y químico, logró sintetizar una tinta que era muy útil para la escritura a mano, pero que tenía el inconveniente de que no podía usarse con la pluma, ya que se trababa al escribir.
Ladislao ideó cómo resolver este problema observando a unos niños mientras jugaban en la calle con canicas que, al cruzar un charco, salían trazando una línea de agua en el suelo seco: se dio cuenta de que, en lugar de utilizar una pluma metálica en la punta, debía utilizar una bolita.
En 1938, Agustín Pedro Justo invitó a Biro a radicar en su país. Junto con su hermano y su socio, Juan Jorge Meyne, Biro decidió en 1940 (poco después de que comenzara la Segunda Guerra Mundial) aceptar la oferta del expresidente y se marchó a Argentina, dejando atrás la represión que vivía, como judío, en medio de la Europa nazi.
Fue en ese mismo año cuando los tres formaron la compañía Biro Meyne Biro.
En un garaje y pese a su bajo presupuesto perfeccionaron su invento, que fue vendido el 10 de junio de 1943, bajo el nombre comercial de Birome (en alusión a los nombres de los implicados).
La empresa cayó en quiebra porque las primeras piezas regaban tinta y manchaban camisas, sacos y papeles; por lo que realizaron un intento de mantener la comercialización, incluso las ofrecieron con un vale para la tintorería, pero el producto fue rechazado.
Biró se dirigió hacia la fábrica que tenían montada y le contó a los 32 trabajadores la verdad, invitándolos a continuar con él, pero con la advertencia de que no podría pagarles hasta que el producto se pudiese comercializar.
En ese mismo año, en 1941, encontraron la solución y comenzaron nuevas pruebas y ensamblajes de la nueva Birome, la cual patentaron el 10 de junio de 1943.
Cuando comenzaron a promoverse se les llamaba también esferográfica, por la esfera que tenían en la punta y que permitía administrar la cantidad de tinta para escribir, y se hacía hincapié en que siempre estaba cargada, secaba en el acto, permitía hacer copias con papel carbónico y su tinta era indeleble.
Finalmente el nombre que más prolífero en el mundo fue el de bolígrafo, siendo en México más conocido como “pluma”.
Hoy, el boligrafo o pluma, es una de las piezas vitales en la vida diaria de las personas, además de escribir o dibujar con ellos, son el producto estrella para regalar.
Actualmente, las plumas Grip Trend vienen a reforzar los valores más clásicos de Faber-Castell. Al utilizarlas, se experimenta una inconfundible alegría, ya que su diseño triangular ergonómico y la zona de agarre suave afianza la mano, proporcionando mayor comodidad al escribir.
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