Antes de que el mundo cinematográfico entrara en la rentable, pero inocua era de las películas de superhéroes y la acción efectista, uno de los géneros que más atraía a los cinéfilos era el de las comedias románticas, que prácticamente inició en 1934 de la mano de Frank Capra y su ahora legendaria It Happened One Night, donde Clark Gable y Claudette Colbert dieron vida a una pareja que, para los estándares de la época, rompía con los esquemas de la moral al mostrar, de manera divertidísima, la tensión sexual que había entre ellos y que estaba disfrazada de odio mutuo.
Desde entonces, el género ha contado mil y una historias bajo una misma premisa general: el chico conoce a la chica, se gustan pero se detestan, algo los separa, y al final se reúnen todos felices y contentos. De eso se tratan las comedias románticas: de presentar un mundo rosa inexistente, con un final feliz tipo cuento de hadas y dejando una sensación agradable de que, al final, el amor lo conquista todo.
Hacia finales de los años 70, Woody Allen dirigió una de sus cintas más aclamadas, Annie Hall, que mostraba como las complejidades de la vida en su época influían en las relaciones interpersonales, particularmente en las relaciones hombre-mujer: neurosis, inseguridades, sexo, etc.
Pero el 21 de julio de 1989 llegó una cinta que ahondó todavía más en la psique de hombres y mujeres para tratar de explicar por qué las relaciones entre ambos son tan complicadas: When Harry Met Sallly… (Harry y Sally fue como se llamó originalmente en México, cambiando después a la traducción literal de Cuando Harry Conoció a Sally…)
Dirigida por Rob Reiner, fue la causante de llevar al estrellato a sus dos protagonistas, Billy Crystal y una joven Meg Ryan, quien a partir de ahí se convirtió en la nueva Chica de al Lado, la novia/pareja que todos querían tener, y en la reina de las también llamadas romcoms durante toda la década de los años 90.
Considerada como una de las mejores cintas de su género en la historia, la realidad es que When Harry Met Sally… se convirtió en la madre de todas las comedias románticas desde entonces. Y es que más allá del look ochentero-noventero que tiene, el filme sigue trascendiendo gracias al ácido, divertido, sentimental y realista guión de Nora Ephron, quien desgaja las inseguridades y dudas que, hasta la fecha, tienen hombres y mujeres a la hora de relacionarse con una pareja.
Además, Ephron logra romper con las convenciones del género en varios aspectos, evitando el cliché, lo que le otorga una atemporalidad pocas veces vista en cine. Por ejemplo, a los pocos minutos de empezado el filme, Harry y Sally, quienes son como el agua y el aceite, se separan para cada quien llevar su vida a su manera.
Se reúnen cinco años después de manera fortuita, pero siguen sin tolerarse y se vuelven a despedir, solamente para volverse a encontrar, otros cinco años después y ya como adultos, habiendo pasado cada uno por varias relaciones y sin ningún interés romántico, lo que los lleva a convertirse en buenos amigos.
Al no haber un conflicto externo al que tengan que enfrentar, el guión de Ephron le permite al espectador adentrarse en las vida de cada uno y mostrar sus fortalezas y debilidades, comparándose con quien eran 10 años antes. Esto permite un divertido y enriquecedor análisis de ambos, permitiéndoles ser completamente comunes y corrientes, logrando que el público se identifique con ellos en diversos aspectos.
En retrospectiva, Harry y Sally es una película que sigue retratando las emociones humanas hasta la fecha. Podrá cambiar la manera, más no así la intención de comunicarse (Ephron analiza esto, el cómo el mundo de la tecnología ha cambiado la manera de comunicarse, en su filme de 1998, You’ve Got Mail, donde no existían las redes sociales ni el WhatsApp, pero los problemas de comunicación y los malos entendidos siguen siendo los mismos), lo que hace que el filme siga siendo relevante en la actualidad.
A lo anterior hay que agregar dos elementos esenciales para que When Harry Met Sally… siga siendo un clásico: su banda sonora, llena de lo que ahora se conoce como standards del gran cancionero estadounidense, interpretados por Harry Connick Jr., y la estupenda química no sólo entre Ryan y Crystal, sino en dos importantes personajes secundarios: Marie, la chispeante amiga de Sallly (una genial y ácida Carrie Fisher en su papel más importante después de Star Wars) y Jess, el mejor amigo de Harry (Bruno Kirby en su mejor momento).
Pero son Ryan y Crystal quienes le dan vida y hacen inmortales a conceptos surgidos del filme y que se han vuelto parte de la cultura popular, como el de la mujer «high maintenance» o el de que «un hombre y una mujer no pueden ser amigos de verdad porque el sexo siempre se interpone en el camino», por citar algunas de las frases más famosas. El primero de ellos puede que en la época actual suene a un concepto machista, pero la realidad es que sigue siendo igual de válido que hace tres décadas.
Además, tiene varias de las secuencias y frases más divertidas de su género, destacando, por supuesto, la famosa escena del restaurante, en la que Billy asegura que las mujeres no son capaces de fingir un orgasmo, hasta que Sally lo confronta con esto:
Reiner y Ephron lograron poner al público en un espejo, en el que se ha visto reflejado desde hace 30 años y que, debido a la naturaleza humana, no ha cambiado. Todos tenemos un Harry o una Sally dentro, llenos de miedos, inseguridades y de conceptos que son opuestos a la persona que nos atrae. Y son justo esas diferencias las que nos hacen únicos y complementarios.
When Harry Met Sally… cumple 30 años, pero tiene ya un lugar en la inmortalidad del cine. Si las nuevas generaciones no la conocen, no les caería nada mal una buena dosis de realidad y que conozcan cómo las relaciones reales se dan… en la vida real y no detrás de una pantalla. Para quienes la vimos en su momento y crecimos con ella, es un recordatorio de que las relaciones amorosas más duraderas son las que están basadas, más que nada, en una gran amistad.