¿Qué atractivo podría tener una comedia adolescente para un Gen Xer cuarentón? En teoría nada. Por lo menos en mi caso, por muy series junkie que sea. Dejé de ver 13 Reasons Why al segundo capítulo (siempre doy el beneficio de la duda al segundo capítulo, aunque no me guste el primero, just in case). Stranger Things ni siquiera la intenté. Y… paremos de contar.
Pero por alguna extraña razón empecé a ver Sex Education, una de las tantas nuevas series que estrena Netflix mes a mes, de esas que durante un tiempo no dejan de aparecer en el carrusel principal del homepage de la plataforma con la esperanza de que entren a verlas. Entré, y ¡vaya sorpresa! It’s bloody cool! (para entrar en sintonía, pues la serie es británica). Y no lo digo por la historia, que más allá de ser buena o mala (ya hay varios textos en internet dedicados a reseñarla/criticarla) no fue lo que me enganchó, sino por la música. En corto les digo: el mejor soundtrack de serie o película que he escuchado, al menos, en los últimos diez años.
La serie gira en torno a Otis (Asa Butterfield), un chico de 16 años que además de ser nerd, tiene la desgracia de tener un trauma sexual tan grave que le impide no solo animarse a perder la virginidad sino siquiera masturbarse (la escena donde intenta hacerlo con “Dancing With Myself” de Billy Idol, de fondo, es genial). A lo anterior hay que agregarle una madre divorciada y controladora que vive de dar terapia sexual y acostarse con uno que otro de sus pacientes.
Para su fortuna, Otis logra hacerse amigo de Meave (Emma Mackey), una chica punk, cool y misfit de pelo rosado y muy buen gusto musical, que descubre en él talento para dar consejos sexuales, algo que, más que por herencia, Otis desarrolla gracias a escuchar a escondidas las sesiones de su madre. Meave, cuyo estatus punk no le resta visión empresarial, reconoce en esto el potencial para ofrecer “asesoría sexual” a toda la bola de adolescentes calientes pero ingenuos e inexpertos de la preparatoria, con su respectivo pago, por supuesto.
Pero regresemos a la razón de este texto. Lo interesante de la serie no es la educación sexual sino la musical (Por lo menos, insisto, a partir de la opinión de este Gen Xer cuarentón). Sobre todo considerando su target demográfico: Centennials, chicos no mayores a 20 años que cuando escuchan a Led Zeppelin piensan que es una banda tributo de Greta Van Fleet.
Que la primera escena sea un par de adolescentes teniendo sexo, no sorprende. Que “Mannish Boy”, del maestrísimo Aguas Lodosas, aka Muddy Waters, suene de fondo mientras los chicos están cogiendo me provocó más morbo que la escena sexual en sí, con todo y su primer frase: “¿te gustan mis tetas?”. Y es que había algo que no encajaba: ¿Muddy Waters sonando en una serie para adolescentes? Ya desde ahí, no pude parar. Y qué bueno.
Más allá de joyas del paleolítico bluessoulrockerojazzero como “Mannish Boy”, “I Can’t Stand the Rain” (Ann Pebbles), “(Your Love Keeps Lifting Me) Higher & Higher” (Jackie Wilson) o “A Kiss to Build a Dream Of” (but of course, Louis Armstrong), por mencionar algunas, la serie es un desfile de clásicos o hidden gems del rock, punk, funk, indie ochentero y noventero.
A lo largo de los ocho capítulos de esta primera temporada suena desde Bikini Kill (quienes, by the way, acaban de anunciar una reunión) hasta INXS y The Cure; desde The Smiths hasta A-Ha y A Flock of Seagulls; desde Timbuk3 hasta The The y Beth Ditto; desde Talking Heads hasta Dr. Hook y Foghat; desde Psychedelic Furs hasta Delta 5 y Devo… Total, hay más música que escenas de sexo. Es más, debe haber más música que los supuestos espermas eyaculados en esas escenas de sexo.
También hay música original. El encargado es el estadounidense Ezra Furman, cuyas aportaciones indie/folk/pop se llevan bien no solo con las escenas en donde suenan, sino con el resto de la banda sonora.
Y como para no hacer tan retro el soundtrack, también suenan varias propuestas interesantes de este milenio como la galesa Gwenno, los gringos The Dirty Streets (muy buena su rola, “Good Pills”), Ibibio Sound Machine (fusión electrónico-africana), Coldabank, Slotface, Roots Maluva y Grizzly Bear, entre otros.
Sex Education es una serie cachonda, divertida y hasta tierna sobre adolescentes ansiosos de experiencias sexuales, pero sobre todo de búsqueda de identidad, y qué mejor que una dosis de buena música para acompañar esa formación.
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