La inolvidable despedida a una leyenda

En 1991, una de las primeras superestrellas de la música que apostó por México para dar conciertos fue Billy Joel. A pesar de que a mediados-finales de los 80 se presentaron en el país Queen o Rod Stewart, sus conciertos estuvieron plagados de problemas, mala organización y se llevaron a cabo en lugares muy alejados de la Ciudad de México, que pretendía convertirse en una metrópoli de clase mundial en cuanto a espectáculos se refiere.

Cuenta la leyenda que fue justo el cantante neoyorquino quien, tras ver la entrega del publico mexicano durante su presentación en el Palacio de los Deportes, regresó a Estados Unidos a hablar maravillas del país, de los fans y le recomendó a medio mundo que viniera a dar shows a la capital azteca.

Esa entrega de la que hablaba Joel se hizo presente, una vez más, en el concierto que ofreció la noche del viernes 6 de marzo en el Foro Sol, escenario al que regresaba después de haberlo pisado en diciembre de 2007 y en el que se encontró un clima gélido, pero el mismo calor humano con el que se le recibió en aquel lejano 1991.

Cortesía: Ocesa

Retirado de componer nuevas canciones desde 1993, y sin dar shows en vivo durante mucho tiempo, fue casi un milagro que Joel viniera una vez más a México. En 2014 inició una serie de presentaciones mensuales en el Madison Square Garden de Nueva York que han roto récords con más de 70 presentaciones con boletos agotados, y ha dado algunos conciertos en diversas ciudades de Estados Unidos, pero no más giras mundiales.

Por eso el ambiente que se generó en el Foro Sol durante esta última presentación del legendario cantante y compositor tenía algo especial. Desde que se dio a conocer, se anunció que este concierto sería la despedida de Billy de sus fans mexicanos… y  le respondimos como él lo merecía: cerca de 55 mil almas se dieron cita para despedirlo de estas tierras que siempre lo han tenido como uno de sus grandes consentidos.

En punto de las 21:30 horas, y sin necesidad de una banda abridora, comenzaron a sonar los primeros acordes de Big Shot, dando inicio a los que serían 135 inolvidables minutos de nostalgia y buen rock a cargo de uno de los más importantes artistas estadounidenses de la historia, quien dio paso a Pressure, canción que le quedó ad-hoc a miles de asistentes que ese día padecieron uno de los peores tráficos de la ciudad en meses y sufrieron para llegar a tiempo a la cita.

Si algo tiene Billy Joel es que es un showman, platicando a veces con el público en español (“No aprendí mucho, pero hago el intento”, expresó), comentando acerca del clima (“Está helando aquí. Creo que me voy a tener que poner una bufanda”, señaló casi al inicio del show, cuando también se colocó una gorra para combatir el frío), haciendo su mejor imitación de Jerry Lee Lewis al tocar en un momento el piano con el trasero y, por supuesto, conociendo a su público, a esos fans mexicanos que lo dejaron impactado casi tres décadas atrás y a quienes aventó algunos acordes de temas como Tequila o la Marcha de Zacatecas durante su presentación.

Cortesía: Ocesa

La canción que define lo que ha sido su carrera, The Entertainer, así como Honesty, Don’t Ask Me Why, The Stranger y Movin’ Out (Anthony’s Song) siguieron calentando el ánimo y las gargantas de su público, quien coreaba la mayor parte de sus temas. Después, tras preguntar al respetable (como dirían los clásicos) cuál de dos canciones querían escuchar, entre Just The Way You Are y Vienna, y tras ver la respuesta, comentó: “Vamos a interpretar las dos”.

Sin más artificios que unas cuantas pantallas, un buen juego de luces y la maestría de su banda, conocedor además de que su talento era suficiente, el nativo del Bronx siguió sin parar lo que fue el concierto soñado para sus fans, pues fue un Greatest Hits con temas que no había interpretado en sus dos anteriores visitas a México y que, quienes conocen su trayectoria, siempre quisieron escuchar en vivo.

Tras el momento jazzístico de la noche con Zanzibar, siguieron temas que mostraron el lugar que Joel se ha ganado como uno de los cronistas de la clase obrera y de la vida de los años 70 y 80, como Say Goodbye To Hollywood, la inolvidable New York State of Mind y Allentown, para después dar paso a I Go To Extremes, She’s Always A Woman (“Le compuse esta canción a mi primera esposa y terminamos divorciados. No sé qué diablos pasó”, expresó), una brutal interpretación de My Life (que ligó tras tocar casi completo el tema YMCA de Village People y poner a bailar a todo mundo), Sometimes a Fantasy, Only The Good Die Young y los toques de ritmos africanos en las percusiones de The River of Dreams.

Cortesía: Ocesa

Uno de los momentos inesperados fue cuando Joel se tomó unos minutos de descanso y dejó el escenario para que su guitarrista, Mike DelGuidice, cautivara con una poderosa versión de Nessum Dorma, a la que siguió Billy con una de sus obras maestras, Scenes From An Italian Restaurant.

Con el público pidiendo más y más éxitos, de repente sonaron los primeros acordes de su himno, Piano Man (“¿Cómo?, ¿Pero ya se acabó?, ¿Con cuál va a cerrar?”, se preguntaban varios en las gradas), en lo que fue el momento más emotivo de la noche al escuchar a miles de gargantas al unísono como para darle un “Gracias por todo, Billy” a la leyenda que se estaba despidiendo no sólo de sus fans más antiguos, sino de una buena cantidad de generaciones mucho más jóvenes que asistieron a verlo y que no pararon de cantar, bailar y aplaudir todas y cada una de las canciones de un artista que no es de su época, que no habla su idioma, pero que demuestra el poder unificador de la música.

Cortesía: Ocesa

“¡No te vayas, Billy!”, “¡Otra, otra, otra!” y “¡Te queremos, Billy” eran algunos de los gritos que pedían el encore para seguir disfrutando de una noche que ya era inolvidable. Y como solo los grandes lo logran, Billy dejó lo mejor para el final. Una banda perfecta, un sonido como pocas veces se ha escuchado en el Foro Sol y un público entregado al hombre del piano, escucharon los primeros acordes de We Didn’t Start The Fire, esa clase de historia mundial del álbum Storm Front con la que Billy hizo un recuento de sus primeros 40 años de vida, y con la que puso el ánimo hasta arriba.

A final de cuentas, era una fiesta de despedida y como tal, así terminó. El júbilo y el entusiasmo con el que el público cantó, lo aprovechó Joel para lograr que el Foro Sol se “viniera abajo” con sus tres últimas rolas, todas un éxito en México y que se han convertido en clásicos: Uptown Girl, It’s Still Rock And Roll To Me y You May Be Right, en la que intercaló una parte de Rock And Roll de Led Zeppelin y con la que dio cerrojazo a una velada especial para decirle adiós a quien pedimos que nos cantara una canción y al final hizo que nos sintiéramos bien.

¡Hasta pronto, Maestro!